
Un balcón en positivo


Historias con chispa
¿Quieres que te cuente un cuento?
Historias, cuentos, leyendas...en todas hallarás algo interesante, algo que te hará pensar para sacar tu propia conclusión.
1. Suerte
2. Costumbres
3. Anticiparse
4. Las palabras
5. Ayudar
1. Suerte
Un campesino decide un día dar un paseo por el campo. Apenas pasan unos minutos y de repente se encuentra un caballo blanco, mira alrededor y al no ver a nadie, coge el caballo y se dirige a su casa. Cuando le ve su vecino le dice: "Qué suerte has tenido al ir a pasear esta mañana y encontrar este caballo".
Al día siguiente, el hijo del campesino se monta en el caballo, pero se cae y se rompe una mano. Cuando se entera su vecino le dice: "Vaya mala suerte que has tenido al encontrarte ese caballo para que se caiga tu hijo y se rompa una mano".
Al tercer día llega una orden del Emperador que dice que todos los hombres de entre 18 y 40 años, deben presentarse para ir a la guerra. De nuevo se entera el vecino y le dice: "Qué buena suerte has tenido al encontrarte ese caballo para que se caiga tu hijo, se rompa una mano y así librarse de ir a la guerra".

2. Costumbres
Un chino se acercaba al cementerio el primer domingo de cada mes, para visitar a su difunto padre. Siempre le llevaba un pequeño cuenco lleno de arroz cocinado, se quedaba unos minutos en silencio, y después se marchaba.
La tumba de al lado también recibía visitas con frecuencia. El visitante era un español que le llevaba flores frescas a su esposa. Limpiaba la lápida, ponía un jarrón con agua y metía en él las flores.
Cada vez que coincidían, el español no entendía por qué el chino llevaba comida a una persona muerta.
Un día, lleno de curiosidad, le preguntó: "¿por qué traes siempre comida si sabes que él no se la va a comer?"
Y el chino le respondío: "por la misma razón que traes tu flores frescas y sabes que ella no las va a oler".

3. Anticiparse
Un hombre conducía su coche tranquilamente por la autopista cuando, de repente, pinchó una rueda. Paró el vehículo, salió de él y comprobó que efectivamene, la rueda delantera izquierda estaba perdiendo aire. Abrió el capó para sacar el gato hidraúlico, pero recordó que se lo había dejado olvidado en su garage.
Entonces miró alrededor y vió que a unos 2 km. había una casa, se encaminó hacia ella, pensando que tendrían un gato hdraúlico, que se lo prestarían, que cambiaría su rueda y que seguiría su viaje. Como aún le quedaba trayecto siguió pensando que tal vez no viviera nadie en la casa, que quizás no quisieran abrirle la puerta, que a lo mejor no tenían gato, o que no quisieran prestárselo. Cuanto más se acercaba a la casa más seguro estaba que no le dejarían el gato, que le darían con la puerta en las narices y que inccluso le insultarían.
Cuando por fin llegó y tocó el timbre, estaba tan enfurecido que nada más abrirse la puerta dijo: "¿sabes qué te digo? Que te metas el gato por donde te quepa".

4. Las palabras
Había una vez un samurái que era muy diestro con la espada y a la vez muy soberbio y arrogante. De alguna manera, él sólo se creía alguien y algo cuando mataba a un adversario en un combate y, por eso, buscaba continuamente ocasiones para desafiar a cualquiera ante la más mínima afrenta. Era de esta manera como el samurái mantenía su idea, su concepto de sí mismo, su férrea identidad. En una ocasión, este hombre llegó a un pueblo y vio que la gente acudía en masa a un lugar. El samurái paró en seco a una de aquellas personas y le preguntó:
- ¿Adónde vais todos con tanta prisa?
-Noble guerrero, -le contestó aquel hombre que, probablemente, empezó a temer por su vida- vamos a escuchar al maestro Wei.
-¿Quién es ese tal Wei?
-¿Cómo es posible que no le conozcas, si el maestro Wei es conocido en toda la región?
El samurai se sintió como un estúpido ante aquel aldeano y observó el respeto que aquel hombre sentía por ese tal maestro Wei y que no parecía sentir por un samurái como él. Entonces decidió que aquel día su fama superaría a la de Wei y por eso siguió a la multitud hasta que llegaron a la enorme estancia donde el maestro Wei iba a impartir sus enseñanzas.
El maestro Wei era un hombre mayor y de corta estatura por el cual el samurái sintió de inmediato un gran desprecio y una ira contenida.
Wei empezó a hablar:
-En la vida hay muchas armas poderosas usadas por el hombre y, sin embargo, para mí, la más poderosa de todas es la palabra.
Cuando el samurái escuchó aquello, no pudo contenerse y exclamó en medio de la multitud:
-Sólo un viejo estúpido como tú puede hacer semejante comentario. -Entonces, sacando su katana y agitándola en el aire prosiguió-:Ésta sí que es un arma poderosa, y no tus estúpidas palabras.
Entonces Wei, mirándole a los ojos, le contestó:
-Es normal que alguien como tú haya hecho ese comentario; es fácil ver que no eres más que un bastardo, un bruto sin ninguna formación, un ser sin ningunas luces y un absoluto hijo de perra.
Cuando el samurái escuchó aquellas palabras, su rostro enrojeció y con el cuerpo tenso y la mente fuera de sí empezó a acercarse al lugar donde Wei estaba.
-Anciano, despídete de tu vida porque hoy llega a su fin.
Entonces, de forma inesperada, Wei empezó a disculparse:
-Perdóname, gran señor, sólo soy un hombre mayor y cansado, alguien que por su edad puede tener los mas graves de los deslices. ¿Sabrás perdonar con tu corazón noble de guerrero a este tonto que en su locura ha podido agraviarte?
El samurái se paró en seco y le contestó:
-Naturalmente que sí, noble maestro Wei, acepto tus excusas.
En aquel momento Wei le miró directamente a los ojos y le dijo:
-Amigo mío, dime: ¿son o no poderosas las palabras?

5. Ayudar
Estaba un ratón buscando algo que comer cuando quedó atrapado en las garras de un león, que se encontraba descansando. Cuando el león se despertó, el ratón, presa del pánico temió ser devorado por él, y sólo tuvo valor para llorar e implarle que lo dejara en libertad.
El león se compadeció del ratoncillo y le perdonó la vida.
Pasado un tiempo estaba el león cazando cuando tropezó y cayó en una red, quedando prisionero. En la selva sólo se escuchaban sus atronadores rugidos, hasta que el pequeño ratoncillo lo escuchó, acudió en su ayuda y empezó a roer las cuerdas que lo aprisionaban, dejándole en libertad.

